Por Sebastián Davidovsky
"Yo pertenezco a un club con dos miembros: mi miembro y yo". Así se define Bill Gates, fundador, creador, CEO de Microsoft, presidente de la Fundación Bill y Melinda Gates. El hombre que cumplió el sueño de crear su propia empresa, hacerse millonario y retirarse para hacer obras de beneficencia. “Tener fortuna tiene su responsabilidad”, aclara, desautorizando su ego y expresando su inteligencia.
Gates se va. Después de 33 años al frente de la compañía. Siendo el tercer hombre más rico del mundo, sólo desplazado en los últimos dos años por el empresario estadounidense Warren Buffet y del magnate mexicano de las comunicaciones Carlos Slim. Se va. Con los honores propios y errores asumidos. Con sus aciertos, grandes; también con sus errores.
Porque Bill Gates no sólo anticipó lo que se venía. También lo hizo. Su paso magistral fue dejar Harvard (en donde conoció a su amigo reemplazante Steve Ballmer) para venderle a IBM un sistema ignoto (el Windows de hoy por hoy) conocido por aquel entonces como MS DOS (Microsoft Disk Opeating System).
Cuenta la anécdota que Gates y Paul Allen, su amigo con el que el 4 de abril de 1975 fundó Microsoft, se vistieron de saco y corbata para demostrar seriedad. Del otro lado, IBM esperaba acorde a como sería un típico encuentro con jóvenes. Hubo encuentro (IBM compró el sistema) pero desencuentro en el aspecto formal. Estos dos jóvenes ya imponían sus reglas ante un gigante.
Bill y Paul se quedaron con los derechos de propiedad intelectual. IBM no les exigió nada, les permitió instalar su programa y les dejó la vía libre para que lo ofrecieran a otras empresas. Lo ofrecieron, por supuesto. Las cifras de hoy son contundentes: tienen el 90 por ciento del mercado.
"En 25 años habrá una de estas (PC) en todas las casas”, se atrevería a decir Bill Gates. Se metía en un mercado nuevo, con demasiadas potencialidades y pocas reglamentaciones. Éstas, le terminarían de traer sus problemas para un negocio que, a su justo considerar, él mismo había inventado. Un movimiento dialéctico de su propia historia.
Durante estos tiempos no permitió ni quiso la competencia. "Si no puedes con el enemigo... ¡cómpralo!", llegó a decir. En 1986 adquirió Dynamical Systems Research Ltd, Berkeley, California por 1,5 millones de dólares. La última fue Farecast, por 115 millones, en abril de este año. Toda una política que lo llenó de poder y, en sus aspectos, de soberbia: “Microsoft tuvo grandes competidores en el pasado, es bueno que existan museos para recordarlo”, expresó en 2001 en un discurso en el Museo de la Computación.
El poder que él mismo supo construir tuvo su revés el año pasado. La mano libre del mercado estadounidense (del cual salió indemne en un juicio antimonopolio) tuvo su revés en Europa por su inclusión de software junto con su sistema operativo. Todavía Microsoft tiene pendiente una demanda millonaria en el Viejo Continente por la misma causa: "Yo pertenezco a un club con dos miembros: mi miembro y yo".
Gates se va sin, quizás, poder comprar el último eslabón que le quedaba en la cadena: tener en sus manos a Yahoo! para así hacerle al creciente poder de Google.
Con 53 años (nació el 28/10/1955), se dedicará a la filantropía. La fundación que junto a su esposa crearon ayudará entre otras cosas a la búsqueda de nuevas vacunas y la financiación de proyectos en el mundo en desarrollo. La pareja se conoció cuando ella era ingeniera en Microsoft (se casaron en 1994 y tuvieron tres hijos). Por si quedaban dudas: en Microsoft, Gates vivió su vida. La construyó. Y ahora se despide de las oficinas. Para seguir (seguramente) manejando la empresa desde otro lado. El. Que todo lo puede.